Se respiran aires de cambio en la educación. Conceptos como “innovación educativa”, “aprendizaje por proyectos” o “gamificación” van ganando espacio en los centros educativos. Sin embargo, y a pesar de que la tradicional clase magistral va siendo sustituida por otros métodos y estrategias que tratan de que el alumno sea una parte más activa en el proceso de aprendizaje y no un mero receptor de información, estas nuevas herramientas no tienen un reflejo en el día a día de la mayoría de las aulas, sobre todo en los centros públicos. ¿Cuál sería la causa?: ¿desconocimiento? ¿Inseguridad de los docentes? ¿Miedo al cambio?,…
Nuestra realidad económica, medioambiental y social (muy vinculada a las tecnologías) obliga a que desde el entorno educativo se trabajen las capacidades y competencias que preparen a las nuevas generaciones para afrontar un futuro laboral lleno de incertidumbre. Pero el desarrollo de competencias requiere metodologías educativas que se alejen de la mera absorción de información sin contexto ni contraste y que alcancen motivar al alumno.
El trabajo por proyectos, la experiencia y vivencialidad del aprendizaje, la transversalidad, la aplicación del conocimiento, la cooperación en todo su significado (responsabilidad personal y colectiva, escucha de los otros, autorregulación, empatía, evaluación conjunta, apoderamiento de la situación de aprendizaje) son nuevas herramientas para el desarrollo de estas competencias.
Para empezar hay que permitir al alumno pensar sobre el significado de lo que aprende y plantearle retos que sean reales y que conecten con sus propios intereses. El alumno tiene que experimentar, decidir, crear, fallar, conectar y practicar. En definitiva, ser el protagonista de su propio aprendizaje. Como bien apunta Alfons Cornella fundador de Infonomia: “El factor “PQS” (¿Para qué sirve?) ha de estar presente en la forma en que se imparten los conocimientos en el aula”, de otra forma la educación se quedará descolgada de los cambios sociales y avances tecnológicos de los que estamos siendo testigos día a día.
En definitiva, todas estas ideas no son nuevas, se basan en la metodología de “aprender haciendo” y ya las planteó Confucio hace miles de años: “Lo que oigo, lo olvido; lo que veo, lo recuerdo; lo que hago, lo aprendo”. Ahora lo que queda por hacer no es fácil, pero podemos empezar por aprovechar el potencial humano que tenemos, docentes dispuestos a cambiar la desmotivación de los alumnos.