Hace unas semanas escuché en la radio una entrevista que me llamó la atención; el entrevistado era Manuel Hidalgo, profesor de economía de la Universidad Pablo de Olavide y estaba presentando su nuevo libro «El empleo del futuro, un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral». Comentaba el autor la idea de que el trabajo más que estar desapareciendo, como algunos vaticinaban, se está transformando. Y es que no cabe duda que estamos viviendo una época de cambios a un ritmo acelerado que impacta en todas las esferas (económica, política, educacional, social y medioambiental) y con un denominador común: la metamorfosis radical del mundo analógico y la invasión del mundo digital. Pero si miramos hacia el futuro, un tema tan cambiante e innovador como es la tecnología hace que nos resulte complejo vislumbrar nuevas ocupaciones que, a día de hoy, son inexistentes e, incluso, inimaginables.
Pero en este nuevo paradigma que se nos presenta sabemos algo que sí será necesario, y es que cada día, tendremos que hacernos cargo de nuestros propios proyectos personales de mayor o menor envergadura: la gestión de la economía doméstica, un viaje, la elección de un trabajo, implicaciones sociales, organización de agenda… y otros de carácter profesional (sea cual sea esa profesión) como la creatividad, la generación de ideas, liderazgo, planificar y evaluar proyectos, trabajar en equipo, tomar decisiones, etc. Así que parece que la «Sociedad del Conocimiento» necesita que todos los ciudadanos, ocupemos el puesto que ocupemos, tengamos talento emprendedor, tanto para la vida laboral como desde la personal para tomar las elecciones cotidianas. Y la pregunta que me surge es: ¿estarán nuestros jóvenes preparados? Diferentes estudios sobre este tema apuntan a que los jóvenes españoles presentan barreras internas para acometer iniciativas emprendedoras como el miedo al fracaso, excesivo individualismo, actitud frente al riesgo, falta de autoconfianza o poca creatividad.
Así pues, preparar a nuestros jóvenes para todas estas necesidades presenta un nuevo reto que se debería abordar en todos los niveles del Sistema Educativo. Pero ¿cuántas de estas habilidades se pueden y/o se deben entrenar en las aulas? Puede que en lugar de educar una serie de habilidades definidas de manera muy concreta, esta nueva sociedad hacia la que vamos requiera abordar unas competencias más complejas, que cubren el conocimiento, las habilidades, las actitudes y los valores. (Marina, «La competencia de emprender». Revista de educación 2010).
Así que antes de trasladarnos a las aulas, es importante que definamos el enfoque que queremos darle a la «Educación Emprendedora», es decir, la sociedad necesita emprendedores pero no exclusivamente emprendedores que inicien un proyecto empresarial, hablamos también de intraemprendedores, personas innovadoras y creativas en un puesto de trabajo por cuenta ajena, hablamos también de emprendedores sociales que inician proyectos y se implican para mejorar su entorno. Por tanto no podemos ni debemos reducir nuestro objetivo trabajando solo la «Educación Empresarial», enfocada a la creación de empresas únicamente, sino debemos ir más allá y abordar una educación emprendedora en toda su amplitud y sin olvidar los cimientos sobre los que se sustenta:
- Método Learning by Doing y ser el protagonista de nuestro propio aprendizaje.
- Trabajar en equipo por un objetivo común aprendiendo a colaborar, aportar y compartir.
- Trabajar la creatividad y la innovación que está inherente a cada persona y a la que ponemos límites.
- Responsabilidad social y ética, para ser conscientes de lo que nos rodea y poder mejorarlo.
En conclusión, debemos saber distinguir entre iniciativa empresarial, centrada en la creación de empresas, e iniciativa emprendedora que pretende dotar al alumnado de los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para plantearse el emprendimiento en todas sus vertientes; y es que toda persona ha de abordar proyectos vitales de distinta índole, tendrá que generar distintas posibilidades para la resolución de problemas, tomar decisiones, trabajar con otros, planificar, generar ideas, valorar los resultados y, en definitiva, tomar las riendas de su propia vida.